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Supermercado

Estoy harto de hacer las compras. Estoy parado en la fila del supermercado. Miro mi celular, ya pasaron diez minutos y no puedo pagar las compras. Creo que llevo todos los productos de la lista. Siempre agrego cosas que no anotamos. Miro a mi alrededor. La gente llena los carritos con papel higiénico. Suspiro. No me agrada hacer las compras. Estoy parado cerca de la caja, a dos personas por cobrar y llegará mi turno. Particularmente no me agrada ir al supermercado. Veo una caja de bombones en la góndola de golosinas. Están puestas a propósito, para que los clientes se tienten y lleven golosinas, o para que los niños lloren a sus padres por algún dulce. Odio las filas, los espacios llenos de gente, la espera sin sentido. – Disculpe señora, pase. – digo amablemente. Cuando estoy de buen humor suelo ir a al supermercado con mi pareja. Miro la caja de bombones nuevamente, no está cara. Disfruto de hacer las compras con ella. Jugamos, damos vueltas, y vueltas por los pasillos. Planeamos n...
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Mis vecinos

Cae el atardecer en estos primeros días de abril, un sol rojizo se posa sobre las montañas y unas esponjosas nubes a su alrededor lo rodean, como su fuesen unas mantas que cobijan a un niño antes de dormir. Estoy parado en el patio del frente tirando la yerba usada en la mañana. Hace unos minutos que me desperté. Duermo a des hora, como tarde, no tengo rutinas, es todo un gran domingo. Contemplo el paisaje, disfruto de la desolación. En  donde vivo, no hay muchas casas alrededor. Es un barrio en crecimiento. Hay mucha gente humilde. Calle de tierra, terrenos amplios, animales de granja, perros callejeros, a 50 metros una chacra con maíz, son algunas de las cosas que componen el paisaje. Mis vecinos casi no existen, al menos no los veo o si los veo los ignoro. Estoy por entrar, estoy pensando en tomar mate, leer y escuchar música. Tengo que ponerme al día con mi trabajo, con mis tareas académicas, con mis pasatiempos. Esta cuarentena ha socavado en mi tiempo como si estuviese en pa...

Miguel

Estoy parado en la fila del banco. Es media mañana. El otoño se siente, el sol es tibio y la brisa es fresca. No soporto usar barbijo. Uso lentes y estos se me empañan. Escucho a la señora que está detrás de mí. Habla por teléfono a los gritos. Esta consigo un nene de unos seis años. La señora lo agarra del brazo y acerca a su cuerpo. El nene esta aburrido. Me mira. Está triste. Me lo dicen sus ojos.   Le sonrío tímidamente. No puede ver que le sonrío. Ahora no tenemos rostros. Todos somos trozos de tela. Bandidos o forajidos del lejano oeste. – estoy con miguel, en la fila del banco. – dice su madre, mientras aprieta el hombre del pequeño. Él esta con la cabeza agachada. La madre continúa hablando por teléfono. Se queja de la cantidad de tarea que tiene que hacer. No entiende por qué no dejan de molestar. ¿No saben, acaso, los maestros que ella tiene otras cosas que hacer? Se queja de su hijo, de su comportamiento. No sabe cómo ayudarlo. Se porta cada vez peor.   No se conce...